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Coma

Жанр: Триллеры
Язык: Неизвестно
Тип: Текст
Год издания: 2019
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Coma
Federico Betti

Existen varios tipos de coma y las causas pueden ser muy distintas. Inducir un coma farmacológico en un paciente sirve para concentrar todas sus energías vitales hacia la parte del cuerpo que se debe curar, y es esto lo que le sucedió a Luigi Mazza cuando, un día de otoño, se vio envuelto en un accidente de tráfico en la carretera de circunvalación de Bolonia. Desde ese momento, en su mente aparecen una sucesión de imágenes recurrentes que se presentan de forma onírica y aparentemente incomprensible, pero que tendrán un impacto importante en el futuro del protagonista y de quienes están a su alrededor. Los médicos hacen un trabajo espléndido, Luigi Mazza se despierta del coma y poco a poco, cada día, recomienza a vivir su vida, pero su mente parece estar marcada. ¿Quién es Luigi Mazza, pero sobre todo, quién es el culpable de aquel accidente? ¿Por qué el hombre se encuentra en aquella condición física y mental? Existen varios tipos de coma y las causas pueden ser muy distintas. Inducir un coma farmacológico en un paciente sirve para concentrar todas sus energías vitales hacia la parte del cuerpo que se debe curar, y es esto lo que le sucedió a Luigi Mazza cuando, un día de otoño, se vio envuelto en un accidente de tráfico en la carretera de circunvalación de Bolonia. Desde ese momento, en su mente aparecen una sucesión de imágenes recurrentes que se presentan de forma onírica y aparentemente incomprensible, pero que tendrán un impacto importante en el futuro del protagonista y de quienes están a su alrededor. Los médicos hacen un trabajo espléndido, Luigi Mazza se despierta del coma y poco a poco, cada día, recomienza a vivir su vida, pero su mente parece estar marcada. ¿Quién es Luigi Mazza, pero sobre todo, quién es el culpable de aquel accidente? ¿Por qué el hombre se encuentra en aquella condición física y mental? Para ayudarle está su hermano Mario, muchos años mayor que él: los dos han estado siempre muy unidos pero desde ese día lo parecen todavía más. Aunque Mario no puede saber qué es lo que ha sentido y qué siempre realmente Luigi. Finalmente será responsabilidad del agente Stefano Zamagni, junto con sus hombres, el que arrojará un poco de luz en esta historia dentro de la historia, con un final imprevisible.

Federico Betti

Coma

La historia de Luigi Mazza

Traductor: María Acosta

Copyright © 2019 - Federico Betti

1

El silencio y la soledad reinaban en aquella habitación del hospital Maggiore di Bologna. Los únicos ruidos que se escuchaban eran los producidos por las máquinas que había allí y que los médicos controlaban a intervalos regulares durante el día.

Desde hacía cinco días el cuerpo de Luigi Mazza yacía inmóvil en estado de coma farmacológico, inducido por el equipo de expertos anestesistas después del grave accidente de tráfico que le había causado un traumatismo craneal curable, según la opinión de los médicos, sólo de aquella manera.

Cuando había llegado en la ambulancia a urgencias, transportado con toda rapidez con las sirenas sonando desde la autopista de circunvalación de la capital Emiliana, el hombre había sido diagnosticado rápidamente en estado crítico y le habían atribuido un código rojo; después de mucho esperar se llevaron a cabo todos los exámenes pertinentes y le habían dado un diagnóstico de pronóstico reservado.

Vivía solo: ni siquiera había tenido nunca la intención de casarse, por lo que el único pariente que le podía ayudar era su hermano, Mario, el cual, en cuanto recibió la noticia de los técnicos de urgencias había llegado enseguida a informarse sobre las condiciones de Luigi, consiguiendo, sin embargo, verlo sólo un momento mientras lo trasladaban en camilla a la habitación donde se encontraba ahora.

Sin darse cuenta de nada, a Luigi lo visitaba a diario el hermano que sólo podía limitarse a mirarlo desde detrás de un cristal. Se quedaba aproximadamente una hora al día, mirándolo fijamente con la vana esperanza de infundirle la fuerza para sanar, y a menudo se iba sin decir una palabra, ni siquiera a los médicos.

Cuando les preguntaba, el director del hospital le decía siempre que las condiciones del hombre eran estables y que se necesitarían por lo menos dos semanas antes de que pudiese salir del coma.

–Nos encargaremos nosotros, cuando se ponga bien –aseguraba.

Periódicamente los médicos examinaban a Luigi para tener controlada la situación, intentando notificar los progresos al hermano.

–Un enfermero me ha dicho que el coma ha sido… ¿inducido? ¿Quiere decir que vosotros habéis hecho posible que esté en coma? –preguntó Mario a un enfermero dos días después del accidente.

–Sí. Se decidió inducirle un coma farmacológico al paciente –respondió el joven.

–Farmacológico –repitió como el eco Mario.

–Exacto, farmacológico. ¿No sabe de qué se trata?

– ¡No, explíquemelo! –le dijo Mario.

–Cuando un paciente sufre lesiones graves, como puede ser el traumatismo craneal de su hermano, los médicos pueden decidir causar un coma farmacológico, usando para ello medicamentos. De esta manera toda la energía vital se dirige hacia el daño que hay que reparar –explicó el enfermero.

–Gracias por la explicación. ¿Podría hablar con quien se ha ocupado de esto, directamente, para que pueda tener una estimación del progreso?

–Debería hablar sólo con los anestesistas. Sólo ellos pueden inducir un coma farmacológico –respondió el hombre.

– ¿Y dónde los puedo encontrar?

–Puede hablar con el doctor Parri. Ahora, por desgracia, creo que está ocupado con una operación quirúrgica. Normalmente por la mañana está más libre.

–Entiendo. Entonces lo buscaré mañana. ¿Al mediodía lo encontraría?

–Sí, salvo algún imprevisto, hace el descanso para comer a las 13:30. Luego, a las 15 horas, comenzamos con las intervenciones, por lo que le aconsejo hablarle antes de la comida, de esta manera, seguramente, le podrá dedicar un poco de tiempo –acabó de decir el enfermero.

–Muchas gracias –dijo Mario Mazza justo antes de despedirse y salir del hospital.

Cuando llegó a la calle eran casi las cinco de la tarde y la oscuridad invernal sólo era interrumpida por las luces de las farolas.

Se fue a casa a reposar sabiendo que, después de unas pocas horas, tendría que estar de nuevo allí.

2

Estoy conduciendo, pero no sé hacia dónde. Ni siquiera sé dónde estoy. En un coche. Sostengo el volante y delante de mí no hay nada. No comprendo si está oscuro o hay luz. Yo, delante de un volante, que sostengo de manera firme. Nada más. ¿Dónde voy? No lo sé. ¿O no lo recuerdo? No escucho ningún ruido a mi alrededor, ni proveniente del exterior. Suponiendo que afuera haya algo. Suponiendo que el afuera exista. Parece como si estuviese en un lugar en que se ha creado de manera artificial el vacío. Después de todo, en el vacío no se propaga el sonido, y esto explicaría también el motivo porque el que no oigo ningún ruido a mi alrededor. ¿Estoy dentro de una caja cerrada herméticamente? Quizás no estoy en un coche, sino dentro de un simulador de conducir como en el parque de atracciones. Sí, quizás estoy en el parque de atracciones, pero no sé qué he venido a hacer. Yo, dentro del simulador. No estoy conduciendo un coche. ¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo he llegado? En coche. Sí, probablemente he venido en coche.

No, ahora que lo pienso no puedo estar dentro de un simulador, oiría por lo menos un poco de ruido, de algún engranaje que se mueve, algún pistón que sube y baja.

Entonces eso significa que estoy en un coche. ¿Con el vacío alrededor? ¡Imposible! He debido ser introducido aquí de algún modo. Ni siquiera sé dónde me encuentro. No lo entiendo o no me acuerdo. ¿Dónde estoy? ¿Por qué? ¿Qué me ha traído hasta aquí? ¿Y a dónde voy? Siempre y cuando esté yendo a algún sitio. Afuera está la nada, ¿o quizás soy yo que no consigo ver? No veo qué hay más allá del volante que tengo entre mis manos. Quizás no es un simulador, pero hay, de todas formas, una tela negra delante de mí, que me esconde la vista del exterior. Estoy en el parque de atracciones, no dentro de un simulador de conducir, sino en un tiovivo en el que, aparentemente, conduces un coche u otro vehículo cualquiera, y parece que te mueves, mientras que, en realidad, estás delante de esta tela negra y esperas que suceda algo. ¿Pero el qué? Y sobre todo, ¿existen tiovivos de ese tipo? No lo sé, o por lo menos no recuerdo haberlos visto jamás.

Volvamos al principio. No sé dónde me encuentro. No tengo indicios que me puedan ayudar a comprender. Por lo menos entiendo que estoy solo y que no hay nadie más conmigo. Un momento... estoy solo, pero también es verdad que ni siquiera hay asientos para los pasajeros. Sólo estoy yo. Delante de mí el volante y la tela negra, suponiendo que sea una tela. No consigo ni siquiera comprender si hay un vidrio entre el volante y la tela.

¿Me estoy moviendo o estoy parado? Quizás sólo me muevo aparentemente. Quizás no estoy yendo a ningún sitio, estoy parado, sentado en cualquier puesto, con un volante, una tela negra y nada a mí alrededor.

No entiendo nada, o puede que tenga un buen lío en mi cabeza.

Si estoy en un coche, ¿hay cristales? Miro a la izquierda: una segunda tela negra. Miro a la derecha: una tercera tela negra. ¿Y detrás? Una tela negra.

Intento tocar con la mano la tela que está a mi izquierda, pero me doy cuenta de que no toco nada: mi mano no encuentra ninguna resistencia, es como si pasase a través de la tela, o quizás es la tela, que no existe. Tela o no tela, mi mano es engullida por el color negro y ahora sólo veo mi brazo. Entonces lo vuelvo a llevar para adentro, a mi lado, y encuentro mi mano, todavía allí, y no está perdida como parecía.

Ahora mantengo el volante con las dos manos. No consigo entender nada. Es más, cada vez mi cabeza está más confusa.

Ahora sé que estoy conduciendo algo, tengo un volante delante de mí, todo a mí alrededor es negro, pero no hay telas. Me doy cuenta de que en este vehículo, siempre que se trate de un vehículo, falta el cambio de marchas. El caos aumenta en mi cabeza.

No sé a dónde voy, pero probablemente a ningún sitio: permanezco aquí, parado, esperando que suceda algo.

3

Las condiciones de Luigi Mazza seguían siendo estables, mejorando poco a poco cada día, y los médicos eran optimistas.

–El cuerpo se curará por sí solo –era la respuesta que escuchaba el hermano cada vez que pedía información.

Al día siguiente de la entrevista con el enfermero Mario Mazza consiguió hablar con el anestesista que había inducido el coma farmacológico a su hermano.

– ¿Podría explicarme mejor de qué se trata? –preguntó.

–Sé ya que le han dicho, en líneas generales, lo que hemos hecho –dijo el doctor Parri. –Su hermano ha llegado aquí con un traumatismo craneal nada desdeñable. El equipo médico de urgencias, después de haber hecho las pruebas pertinentes, ha creído que la única manera de curar este trauma era el coma farmacológico. Hemos suministrado a su hermano unos sedantes para inducirle el estado comatoso, considerando que, de esta manera, su cuerpo podría concentrarse sólo sobre la parte lesionada, la que realmente necesita curarse. Estamos monitorizando todas las mejorías de su hermano, día a día, y le garantizo que son evidentes. Cuando veamos que el traumatismo craneal se ha curado completamente, entonces despertaremos a su hermano: terminará con la ingesta de los sedantes y probablemente le suministraremos algunas medicinas estimulantes para ayudar a su despertar.

–He comprendido –dijo Mario Mazza después de escuchar la explicación del médico – ¿Y qué probabilidades hay de que se cure completamente?

–Yo diría que al cien por cien –replicó de manera optimista el médico.

– ¿Y de qué se despierte del coma? –dijo Mario.

–Total. Personalmente no he observado nunca problemas para despertar después de un coma farmacológico inducido. Sabemos cuáles son las dosis que debe ingerir el paciente. No se preocupe por esto –concluyó el doctor.

–De acuerdo –murmuró Mario suspirando.

–Ahora tengo que ir a comer, me espera una tarde bastante dura.

–Muchas gracias, doctor.

–No se merecen –dijo el médico antes de despedirse e irse hacia su estudio.

Mario Mazza se había tranquilizado después de haber escuchado las palabras del doctor Parri: eran positivas, optimistas y esperanzadoras.

Todavía no había terminado el horario permitido para las visitas a los pacientes, por lo que decidió permanecer un poco más para ver a su hermano.

Mientras salía del hospital sintió el corazón más ligero: era optimista porque sabía que Luigi sanaría. Dos semanas, más o menos, haciendo lo que decían los médicos. Habían pasado casi seis días, así que no faltaba mucho.

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