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La Furia De Los Insultados

Язык: Неизвестно
Тип: Текст
Год издания: 2019
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La Furia De Los Insultados
Guido Pagliarino

Guido Pagliarino

La Furia de los Insultados

Novela histórica

Copyright © 2018 Guido Pagliarino - All rights reserved

Book published by Tektime

Tektime S.r.l.s. - Via Armando Fioretti, 17 - 05030 Montefranco (TR) - Italy

Guido Pagliarino

La Furia de los Insultados

Novela histórica

Distribución Tektime

Copyright © 2018 Guido Pagliarino

Traducción del italiano al español de Mariano Bas

Título de la obra original en italiano: “L’ira dei Vilipesi”.

Ediciones de la novela en italiano:

Libro electrónico (e-book) en diversos formatos, copyright © 2018 Guido Pagliarino, distribución Tektime

Libro en papel, copyright © 2017 hasta el vencimiento del contrato Genesi Editrice, via Nuoro 3, 10137 Torino, sitio http://www.genesi.org/ (http://www.genesi.org/) libro en papel “L’ira dei vilipesi” http://www.genesi.org/scheda-libro/guido-pagliarino/lira-dei-vilipesi-9788874146314-471023.html (http://www.genesi.org/scheda-libro/guido-pagliarino/lira-dei-vilipesi-9788874146314-471023.html)

Los derechos de traducción del italiano a otros idiomas y de publicación en formato papel, gráfico-electrónico, audiolibro y cualquier otra forma y los derechos de difusión también en radio, cine y televisión y cualquier otra forma son en exclusiva Copyright © di Guido Pagliarino. Los derechos de distribución en todo el mundo en los diversos formatos electrónicos y papel de esta traducción en español han sido asignados por el autor a Tektime S.r.l.s.

Las imágenes de la portada del e-book y del libro en papel, tanto en italiano como en las traducciones, han sido realizadas electrónicamente por el autor.

Los personajes, acontecimientos, nombres de personas, entidades y empresas y sus locales que aparecen en la novela, aparte de las personas y los acontecimientos que forman parte de la Historia, son imaginarios; cualquier referencia a la realidad pasada y presente es casual y completamente involuntaria.

Índice

Prólogo (#ulink_5f87d279-4dd4-58e8-a884-6408781f789e)de (#ulink_5f87d279-4dd4-58e8-a884-6408781f789e)l autor (#ulink_5f87d279-4dd4-58e8-a884-6408781f789e)

Guido Pagliarin (#ulink_9b226585-8f8e-5f37-b5de-231124957a0f)o La Furia de Los Insultados -Novela hist (#ulink_9b226585-8f8e-5f37-b5de-231124957a0f)ó (#ulink_9b226585-8f8e-5f37-b5de-231124957a0f)rica (#ulink_9b226585-8f8e-5f37-b5de-231124957a0f)

Capítulo 1 (#ulink_09687883-dacb-593e-b44d-bddcadcd6263)

Capítulo 2 (#ulink_3ef27933-4f15-55d8-8b4e-16e38b02790f)

Capítulo 3 (#ulink_d3d10fa2-78c7-562b-8c0f-48eb899f06ae)

Capítulo 4 (#ulink_275e729b-c317-5b94-9889-e5928b48d589)

Capítulo 5 (#ulink_ef7e02e7-2be7-5415-ae70-2fad7129e09c)

Capítulo 6 (#ulink_580d5e2f-3b17-5e4a-b271-77c4dddbad4f)

Capítulo 7 (#litres_trial_promo)

Capítulo 8 (#litres_trial_promo)

Capítulo 9 (#litres_trial_promo)

Capítulo 10 (#litres_trial_promo)

Capítulo 11 (#litres_trial_promo)

Capítulo 12 (#litres_trial_promo)

Capítulo 13 (#litres_trial_promo)

Capítulo 14 (#litres_trial_promo)

Capítulo 15 (#litres_trial_promo)

Capítulo 16 (#litres_trial_promo)

Capítulo 17 (#litres_trial_promo)

Capítulo 18 (#litres_trial_promo)

Capítulo 19 (#litres_trial_promo)

Capítulo 20 (#litres_trial_promo)

Capítulo 21 (#litres_trial_promo)

Capítulo 22 (#litres_trial_promo)

Capítulo 23 (#litres_trial_promo)

Capítulo 24 (#litres_trial_promo)

Prólogo del autor (#ulink_ba585e2f-4a35-5a1e-b126-11b703441427)

Esta obra es un fresco histórico y social con aspectos policiacos. Está ambientada en Nápoles, sobre todo en 1943, durante esos Cuatro Días en que la ciudad se liberó por sí misma de la ocupación nazi. Junto a los personajes de carne y hueso hay un actor abstracto: el furor es también protagonista, tanto la ira colectiva que estalla sobre el campo de batalla y tiene por corolario, por la parte vencedora, violaciones y otras bestialidades, como, paralelamente, la cólera que se expresa en la rebelión particular ante unos abusos de la autoridad ya insoportables. Si un pueblo oprimido puede rebelarse y levantarse con pleno derecho y si, como admitía además Santo Tomás de Aquino, puede consentirse el asesinato del tirano cuando no queda otra vía para recuperar la libertad que el propio Dios ha concedido al ser humano, ¿es lícito o no matar a un mafioso al que la justicia no consigue atrapar y castigar y que continúa intimidando, explotando y asesinado al prójimo en su barrio? ¿Es culpable quien, no teniendo otra defensa posible, recurre a una defensa extrema? Y, si es que sí, ¿hasta qué punto? Este es el dilema privado que recorre la novela, a través de la historia pública de la rebelión de Nápoles contra los invasores alemanes. La historia empieza con la muerte violenta de Rosa, prostituta rica y estraperlista, además de confidente de la policía fascista. Gennaro, su presunto asesino, es detenido e interrogado inútilmente por un todavía inexperto subcomisario, Vittorio D’Aiazzo. Muy poco después será el 26 de septiembre de la insurrección que pasará a la historia como los Cuatro Días de Nápoles. Se unen a ella el propio subcomisario y, extrañamente liberado por el jefe de policía en persona, el presunto asesino de Rosa. También participa en la lucha la joven Mariapia, que, después de haber sufrido una violación múltiple por parte alemana, clama venganza. En un determinado momento de la obra, Gennaro resulta ser su pariente. En el curso de los enfrentamientos se produce otro homicidio que, al menos en apariencia, como pasó con la muerte de la prostituta, no está relacionado con la revuelta: la víctima es un estanquero, pariente de Maripia, a quien alguien ha degollado mientras estaba defecando, cortándole luego los testículos. Los dos muertos parecen relacionarse hasta cierto punto, ya que los muertos no solo estaban ambos ligados a la Camorra, sino también a los servicios secretos estadounidenses de la OSS. Entre un combate y otro entran en escena diversos personajes, como los padres de la joven Mariapia, su hermano paracaidista, ya dado por desaparecido en África en El Alamein, pero que reaparece vivo y muy activo, el voluntarioso forense Palombella, el gordo y flemático mariscal Branduardi, el valeroso subjefe Bollati y, personaje secundario, pero esencial, el anciano reparador de bicis Gennarino Appalle, que descubre el cadáver del estanquero y, al final de un enfrentamiento entre insurgentes y SS alemanes en la calle delante de su tienda, sale a la calle y encuentra jadeante al subcomisario D’Aiazzo, que ha participado en el enfrentamiento junto con su ayudante, el impetuoso brigada Bordin. El estanquero había sido una mala persona, en su momento matón de la Camorra y, después de que un accidente que había minado su capacidad de repartir porrazos, había quedado a disposición su jefe criminal, custodiando en un sótano los productos del contrabando en el mercado negro y, después de que la Camorra contactara con los servicios de la OSS, armas estadounidenses destinadas a los insurgentes. En relación con la muerte de la prostituta, el desenlace se produce a mitad de la obra. En cuanto a la identidad del asesino del estanquero, continúan durante mucho tiempo las investigaciones de Vittorio, entre las vicisitudes de los demás personajes, hasta el punto de que la persona autora del crimen solo se desvelará con certeza en 1952, justo al final del último capítulo.

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Guido Pagliarino (#ulink_ba585e2f-4a35-5a1e-b126-11b703441427)

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Capítulo 1 (#ulink_ba585e2f-4a35-5a1e-b126-11b703441427)

Le detuvieron los agentes de una camioneta de patrulla de la Seguridad Pública al final de la tarde del 26 de septiembre de 1943, acusado del asesinato de una tal Rosa Demaggi, una atractiva rubia teñida, de unos treinta años, prostituta acomodada y contrabandista al por menor: el hombre, con fuerte acento partenopeo, rostro cuadrado, constitución robusta, delgado, aparentaba unos cuarenta años, medía 1,78, estatura por encima de la media en esos tiempos de extendida malnutrición, calvo en las sienes, la frente y lo alto de la cabeza y en torno a la nuca tenía una semicorona baja de pelo oscuro y muy recortado. Vestía un mono y una camisa de franela, ambos de dolor azul y guantes ligeros de lana de color verde grisáceo.

La brigada de las buenas costumbres de Nápoles sabía que Rosa Demaggi se prostituía en su domicilio, en la plazuela del Nilo, con hombres acaudalados. Hasta el 25 de julio, había concedido sus favores también a los dirigentes fascistas y, después del armisticio, caída la ciudad bajo la bota alemana, se había entregado a los oficiales de la Wehrmacht y la Gestapo. Por investigaciones coordinadas anteriores, se sabía en las secciones de Buenas Costumbres e Ilícitos Comerciales, esta creada después del inicio del conflicto para combatir el mercado negro, que Demaggi, hasta el verano de 1940, había solicitado a cambio, preferentemente, productos alimentarios, cigarrillos y bebidas alcohólicas, para hacer pequeños estraperlos. Y se sabía que pronto había ampliado el negocio con almacenistas cercanos a la camorra. Por eso las patrullas de vigilancia habían recibido la orden de controlar su casa, además de otras. Sin embargo, con discreción, debido a los contactos eróticos de Demaggi con los oficiales ocupantes y considerando que, después del 25 de julio, cuando se disolvió la OVRA

y se abrió su archivo secreto, se descubrió que la mujer había sido contratada como confidente y había pasado información política obtenida de clientes bajo las sábanas, incluidos altos mandos. Por tanto, se suponía que, después del armisticio y la ocupación alemana, habría iniciado una venta de información a los oficiales de la Gestapo que la frecuentaban.

Poco antes de la detención del sospechoso, en torno a las 20 y 30 y sin que faltara media hora para el toque de queda, transitando la camioneta de la policía por la plazuela del Nilo, el comandante al mando vio a ese individuo con ropa de paisano entrando sin llamar al apartamento del piso bajo, por una puerta dejada abierta por alguien, en la pequeña casa en la que la mujer era la única que vivía en la planta baja. De espaldas al vehículo, el hombre no se dio cuenta de la vigilancia de la patrulla. Tras entrar, no cerró del todo la puerta, sino que la dejó entreabierta. El comandante supuso que tal vez estuviera implicado, como Demaggi, en el mercado clandestino y la habría dejado abierta para que llegaran otros implicados: no cerrar la puerta hacía que pareciera improbable que se tratara de un cliente sexual, sin contar con la ropa sospechosa del hombre y las tarifas notoriamente elevadas de la prostituta. El responsable había indicó al conductor que le llevara delante de la casa. Los agentes, salvo el conductor, descendieron y entraron en el apartamento. El sospechoso fue sorprendido en la entrada, junto a esta, en pie junto a Rosa Demaggi, que, lamentándose débilmente y en estado de semiinconsciencia, yacía en tierra con un hematoma sangrante en la nuca, consecuencia evidente de un golpe contra una consola, entrando a la izquierda, que presentaba una mancha de sangre. Rosa Demaggi expiró pocos segundos después de la entrada de los agentes. Considerado culpable de haber agredido a la mujer, el hombre del mono fue esposado. El jefe de patrulla le dijo:

—Has entrado con la intención de matarla y te han bastado muy pocos segundos para despacharla: estaba a la entrada esperándote, se fiaba de ti, porque la puerta estaba abierta. Sin embargo, tú, inesperadamente, sin darle tiempo a huir, le has dado un fuerte golpe en la cabeza contra el mueble para matarla. Esperabas largarte de inmediato, de hecho, no habías cerrado la puerta al entrar para no perder el tiempo en abrirla al salir. La habrías cerrado detrás de ti en cuanto salieras y adiós, quién sabe quién y cuándo encontraría el cadáver. No suponías que estábamos cerca: querías que pensáramos en un accidente, pero te ha salido mal.

El comandante supuso que la había matado con premeditación por razones relacionadas con el mercado negro, tal vez por su propio interés, tal vez por encargo de terceros. Que se trataba de un homicidio voluntario se deducía del hecho de que el hombre llevaba guantes de lana a pesar del tiempo todavía caluroso: «Con el fin de no dejar huellas», había pensado de inmediato. En ese momento el sospechoso, en plena confusión mental por la inesperada intervención de los agentes, no supo qué responder. Como se podía observar de cerca, no solo llevaba ropa de obrero, sino que estaba también gastada y bastante sucia, así que el comandante estaba convencido de que no podía tratarse de un cliente sexual de la mujer y por otro lado el hombre no llevaba dinero, como se observó al registrarlo. No llevaba ni siquiera documento de identidad, pero sí una licencia de conducir, en la que constaba que había nacido en Nápoles hacía 42 años, que vivía en el barrio de Santa Luciella y que se llamaba Gennaro Esposito, nombre y apellidos por cierto muy comunes en la Campania y sobre todo en Nápoles, que podían ser falsos, igual que la licencia de conducir. Todos sabían en la comisaría que los delincuentes, en especial la Camorra, usaban tipógrafos muy hábiles en las falsificaciones. El jefe de patrulla no dio una gran importancia al documento.

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